Sin duda lo peor de la marcha ha sido la Covatilla, pero no sólo por lo dura que es la subida, que lo es, si no por el frío tan intenso que hizo. Desde la marcha de los Lagos de hace 3 años no había pasado tanto frío. Llegué a Béjar con dolor de mandíbula del castañeteo de dientes que llevaba. Era incapaz de mantener el manillar recto bajando por el tembleque, así que tenía que ir despacio, incluso llegué a parar un momento. Para más inri, a sólo 6 kilómetros de Béjar pinché. Pasé las de Caín cambiando la cámara, tuvo que ayudarme un hombre de una casa cercana. Debía ser tan penosa la imagen que daba que el hombre insistía para que entrara en casa para calentarme un poco...
El paisaje sin abrigo de los vientos es constante durante toda la subida a la Covatilla, lo cual la endurece más si cabe.Pero al margen de esto la marcha me encantó. El recorrido es muy exigente, siempre estás subiendo o bajando. Como siempre salí bastante atrás, así que tuve que darme una buena paliza para alcanzar al grupo delantero. Al coronar el 2º puerto, Miranda del Castañar, llevaba 38 km/h de media y me acordé de Jose cuando el día anterior decía que hasta las Batuecas había que "pasar de puntillas", je, je, je, qué simpático.
Al empezar a bajar el Portillo de las Batuecas cambió el día que había amanecido precioso, con una temperatura muy agradable, y no tardó en empezar a llover. Llegando a Puerto de Béjar la lluvia ya era intensa.
Menuda "engatada" el callejeo por dentro de Béjar, aquéllo parecían los muros del Tour de Flandes, y después a subir, y subir... y subir. Tras pasar la Hoya subimos un repecho, luego un descanso y tras una curva la pendiente se inclina endiabladamente. Como un gato salta sobre mí el hombre del mazo y me suelta tal "mazazo" que me deja noqueado. Meto todo lo que llevo (39x28) y me parece poco, he de ponerme de pie, me siento... me queda una eternidad, no sé si seré capaz de terminar. Me siento fatal. Vaya pájara. Donde afloja un poco la pendiente mordisqueo una barrita sabiendo que de poco me iba a servir ya. Pero poco a poco me voy recuperando aunque a duras penas el cuentakilómetros alcanza los dos dígitos. Del grupo en el que iba, todos se han ido para adelante salvo dos ciclistas que aún recibieron mazazos más fuertes que el mío. Voy subiendo poco a poco. De vez en cuando algo de gente en la cuneta me anima. Llego al repetidor y veo a un ciclista haciendo unas eses exageradas. Me voy acercando a él pero no consigo alcanzarlo. Piso la alfombra, suena el chip, se acabó. ¡Más quisiera yo! Me pongo el chaleco, tomo un refresco y un sandwich del avituallamiento y a bajar. Lo demás ya es historia conocida.
Bajando me cruzo con Jose al que veo bastante bien y más abajo con Fer, sufriendo... como los doscientos y pico que decidimos subir.
Toda una aventura, como la de buscar una cafeta donde desayunar a las 8.00 h., de la mañana de un domingo en Béjar. No lo intentéis, es inútil. En un super de una gasolinera hicimos acopio de unos chocolates autocalentables y algo de bollería para llenar un poco el estómago.
Después de comer nos despedimos de Fernando y Jose y yo volvimos para Asturias contando las aventurillas de la jornada. Me lo pasé fenomenal (casi todo el rato).
Dando cuenta del merecido menú: macarrones y zanca de pollo.Y Fernando que seguía dándole al diente. Tenía que recuperar mucha energía. Yo por fin había entrado en calor.El día anterior subimos Jose y yo hasta la Covatilla en coche. Para Jose aquéllo no parecía tan duro. Claro con 170 CV bajo la zapatilla no hay cuesta que se resista, la cosa cambia cuando en vez del Golf vas sobre la Pinarello, ¿eh?Un servidor en la Covatilla el día antes. Nada hacía presagiar el frío que iba a pasar ahí unas horas después.