Autor Tema: Crónica de La Pyrénéenne  (Leído 2576 veces)

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javi

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Crónica de La Pyrénéenne
« en: 20 de Junio de 2007 22:33 »
El pasado viernes 15 de junio nos presentamos Carlos y yo en Bagneres de Bigorre, en los Pirineos franceses, con la intención de participar al día siguiente en La Pyrénéenne, una marcha cicloturista, allí dicen más acertadamente ciclodeportiva, altamente recomendable, muy bien organizada y con un recorrido “chapeau”. Hay tres posibilidades: la “4 valles” de 174 kms., en la que se asciende Tourmalet, Aspin y Hourquette de Ancizan; la “3 valles”, de 120 kms., en vez de subir Tourmalet se asciende col de Azet, y la “2 valles”, 97 kms., y ascensión a Aspin y Hourquette.

Tras la recogida del dorsal y el maillot conmemorativo en el casino de Bagneres, nos dirigimos hacia el Centre Laurent Fignon, donde habíamos reservado 2 habitaciones. Se trata de un hotel con todo tipo de instalaciones enfocadas al ciclismo, donde se hacen concentraciones de equipos, cursos de técnica, nutrición, etc. Además, desde este lugar arrancaría la marcha al día siguiente, así que ideal. En la habitación, una foto de Jacques Anquetil me hacía compañía.
A la mañana siguiente me levanté a las 5,00 h., para desayunar e ir preparándome con calma. Yo iba a hacer el recorrido largo, así que salía a las 7 de la mañana. Lo bueno es que en este recorrido sólo salíamos entorno a unos 400 ciclistas, así que tampoco iba a ser tan importante estar bien situado en la línea de salida. Como suele ocurrir, cuando más tiempo tienes más lo pierdes y al final me ví a las 7 menos cinco en el coche buscando como loco el cuentakilómetros que finalmente no encontré. Me fui a la línea de salida y, justo, empieza la marcha.

Los primeros 50 kilómetros eran más o menos llanos, tan sólo la subida a Loucrup, que en nuestro sentido no deja de ser un repecho, pero suficiente para que algunos fueron perdiendo contacto con el grupo. Aquí pude situarme un poco más cerca de la cabeza del grupo ya que hasta entonces me fue imposible debido sobre todo a la estrechez de las carreteras. En las proximidades de Argeles-Gazost hubo una aparatosa caída en la que se vieron involucrados al menos 3 ciclistas, un cuadro debió quedar para el arrastre porque literalmente se lo machacó uno que pasó por encima “sin caerse”.

En Luz St. Sauveur comienza propiamente la subida a Tourmalet, y el pelotón se rompe definitivamente en mil pedazos. Yo consigo quedarme en un grupo de unos seis ciclistas. Por delante iban otros dos grupos similares, así que no era mala posición. La ascensión a Tourmalet por esta vertiente es preciosa. El amanecer soleado, además, daba un colorido especial a este paisaje de alta montaña. El puerto en sí es bastante constante, 7 y 8 % de media. Tan sólo recuerdo un pequeño respiro durante los 19 kilómetros de ascensión. Cuando franqueamos la cumbre casi no me da tiempo de ver el monumento al Tour de Francia. ¡Qué sensación más agradable cuando miras atrás y contemplas fugazmente el gigante que acabas de superar! Era consciente de que estaba rodando por carreteras que son pura leyenda del ciclismo.

La bajada fue vertiginosa, casi ni me atrevía a soltarme para comer algo, además, un ruido molestísimo en la rueda trasera me tenía bastante preocupado, finalmente resultó ser el núcleo del buje que lo tenía hecho papilla. Cuando quise darme cuenta ya estábamos en St. Marie de Campan, dispuestos a afrontar la segunda ascensión del día. Seguía rodando en el mismo grupo de 6 ciclistas, en este tramo conversé algo con uno que era pamplonica. Aspin es un puerto respetable pero ensombrecido por el Tourmalet. La primera parte de la subida alterna descansos con repechos, pero los 4 kilómetros finales son bastante constantes, sin bajar del 7%. A partir de esta parte del recorrido empezamos a encontrarnos con ciclistas de los otros recorridos. Tuve que parar en el avituallamiento que había en la cima porque ya no tenía agua. No deja de ser una putada que a los demás les estén esperando para dar los bidones o lleven coche de apoyo y tú tengas que pararte en los avituallamientos. La bajada del puerto la hice completamente sólo, tan rápido como pude, y ya en el llano, me tuve que dar un buen calentón para coger al grupo ya cerca de St. Lary. A la altura de esta importante localidad para los amantes del esquí íbamos unos siete ciclistas, entrando todos a relevos, (maldita la gana que yo tenía después de lo que me costó haberlos pillado). Con nosotros iba un profesional del AG2R que ese día decidió no entrenar solo.

Tras girar a la izquierda entramos en la pequeña localidad de Gouchen, donde comenzaba la última dificultad de la marcha, la Horquette de Ancizan. Yo tenía escasas referencias de este puerto, sobre unos 10 kilómetros durillos me habían dicho. El principio fue aterrador. Entre las casas una rampa de unos 300 metros que nos obligaba a culebrear hasta que salimos del pueblo. Justo donde empezaba a aflojar la pendiente me amagó un calambre en la cara interna del muslo izquierdo así que me tuve que sentar inmediatamente y meter todo el desarrollo que llevaba. Ni que decir tiene que el grupo se me marchó pero en esas condiciones no me quedaba más remedio que tomármelo con calma porque aún me quedaban varios kilómetros de subida. A diferencia del Tourmalet y de Aspin, este puerto no cuenta con las típicas señales que, kilómetro a kilómetro van jalonando la subida con indicación de los kilómetros que restan así como el desnivel medio. Como además no llevaba cuentakilómetros e iba sólo, no tenía ninguna referencia de lo que me quedaba de puerto, con lo cual la subida se me hizo bastante pesada. Debía llevar unos 4 kilómetros cuando me sobrevino un desfallecimiento brutal. Me sentía completamente agotado, sin cadencia alguna. Comí algo y me resigné a acabar como fuera. Iba a bajar un montón de puestos porque me iba superando gente que venía por detrás, pero sólo ansiaba llegar al avituallamiento de arriba y ponerme ciego a pastelitos o lo que hubiera. Lo poco que comí subiendo me hizo efecto al cabo de un rato y la última parte de la ascensión mejoré bastante. La frustración cuando llegué arriba fue enorme ya que sólo había agua en unos vasitos de plástico que además estaba calentorra. En este avituallamiento estaba el chaval de Pamplona que al parecer pasó también las de Caín, según me dijo tuvo incluso vómitos y suplicaba por una coca-cola entre los encargados del avituallamiento.

La última parte de la marcha era totalmente favorable, salvando un pequeño repecho que hay en el descenso del  Hourquette. Ya en el llano, picaba un poco hacia abajo, no pudimos mantener la rueda de un tándem que, literalmente, volaba. Debíamos de ser una docena, entre ellos una chica que al final fue la 1ª fémina clasificada. Llegada a Bagneres y satisfacción casi total por haber completado una marcha preciosa, y digo casi total porque me quedó la espina de no haber estado a la altura en la última subida, aunque era consciente de que quizá iba un poco justo de preparación para una marcha de este nivel.

Al final 33 en la general y 11 en mi categoría, 6 horas y 6 minutos y una media de 28,49 km/h., y Carlos, que prefirió hacer la “3 valles”, 26 en la general y 13 en su categoría. Nos duchamos en la habitación del hotel, nada de duchas comunes, ¡qué lujo!, recogimos el diploma, comimos el arroz y los macarrones con pollo que nos ofrecía la organización y vuelta para Asturias, con un par de paradas para tomar un café en Irún y para cenar en Santander.

Vinimos encantados, tanto de la marcha en sí como de la gente con la que tratamos quienes, en muchos casos, viendo nuestras dificultades lingüísticas no dudaban en esforzarse en hablar español.

Ahora a recuperar fuerzas y el sábado la Quebranta...
« última modificación: 22 de Junio de 2007 07:20 por javi »

 

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